Volvía pensante de Barrio Parque, su tarde era rara, una cierta melancolía se apoderó de sus pensamientos y la transportó al pasado. Su memoria lastimaba su presente. Evocaba a su niñez, los juegos por la tarde, los carnavales y lo bien que la pasaba. Anduvo distraída, suspirando y añorando volver a ser una niña, hasta que llegó a la estación de trenes. Permaneció sentada hasta que el tren llegó. Una vez dentro, fijó su mirada en una leyenda que estaba escrita en el asiento de adelante. Una mujer con un bebé en brazos la distrajo, le pidió algunas monedas y ésta la ignoró. Regresó a sus recuerdos, recordó cuando su perro rompió la zapatilla de su tía. Esa mañana conoció: las marcas que dejaba el cinto sobre la piel, que su tía aspiraba un polvo blanco y que significaba decidir.
Después de la paliza tenía que desaparecer al cachorro, sino quería experimentar de nuevo, la locura de su tutora. Llorando alzó al animal y se lo llevó a un campo cercano. Durante todo el trecho, sufría y se lamentaba lo sucedido. No tenía valor para dejarlo y olvidarlo, lo había visto nacer y lo que quería mucho. Llegada al descampado, meditó un buen tiempo que hacer. Podía irse con él y vivir en la calle, esconderlo en su casa, dárselo a una amigo para que lo cuide, pero tal vez éste se adueñara del perro y nunca lo devolviera. No sabía que decisión tomar. Lo miraba con amor, un amor que ella desconocía, lo acarició, miró al cielo y tomó aire, y entre sollozos se fue sola. A partir de allí, su corazón quedó vacío, sin consuelo.
Un vendedor irrumpe en su soledad, ella le pregunta en que estación estaba, apresurada cruza todo el tumulto y baja. De su campera sacaba un atado de cigarrillos, se sentó en el cordón de la vereda y empezó a fumar. No sólo exhalaba humo, sino también tranquilidad. Su vida cambió. Decidir abandonar a su bebé, eliminaba sus presiones. Estaba segura que lo dejó en manos de gente bien, que nada le faltaría. Sabía que ella había cambiado su suerte. Se metía en la cabeza que no era una inconciente como su madre, quien la abandonó en lo de su tía, una drogadicta abusadora.
El cigarrillo se consumía y sus recuerdos también. Olvidó a su bebé y serena regresaba a Villa Futuro, donde alguna clienta la esperaría con ansías, para que le practique un aborto …
martes, 28 de noviembre de 2006
Decisiones
Publicado por Elipse en 22:32
Etiquetas: Ficción real
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2 comentarios:
me encanto!
aunque deberia decir que la historia es triste, esta muy bien contada, es un relato simple y consiso. aunque la metafora del perro es demasiado obvia, pero creo que esta bien. podria ser mas sutil. en realidad el unico "error" que podria decirte es que pecas de lo mismo tenes que animarte a que el cuento sea mas largo
con relacion a esto, y desde un punto de vista mas cinematografico, la metafora del perro sirve para explicar las acciones del personaje, casi en su totalidad excepto del porque de la actualidad "laboral" de esta. o sea ¿porque se dedica a hacer abortos ahora? es lo unico que para mi es criticable. pero esto es la resultante de que en realidad nunca fue tu intencion explicarlo. solo queria marcar que seria interesante una relacion entre aquel hecho, sus consecuencias y la actualidad de las acciones del personaje. Besos y segui escribiendo...
La verdad! Como una desiciòn te puede cambiar el rumbo de la vida? Es triste la historia, pero tan real...
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