martes, 28 de noviembre de 2006

Decisiones

Volvía pensante de Barrio Parque, su tarde era rara, una cierta melancolía se apoderó de sus pensamientos y la transportó al pasado. Su memoria lastimaba su presente. Evocaba a su niñez, los juegos por la tarde, los carnavales y lo bien que la pasaba. Anduvo distraída, suspirando y añorando volver a ser una niña, hasta que llegó a la estación de trenes. Permaneció sentada hasta que el tren llegó. Una vez dentro, fijó su mirada en una leyenda que estaba escrita en el asiento de adelante. Una mujer con un bebé en brazos la distrajo, le pidió algunas monedas y ésta la ignoró. Regresó a sus recuerdos, recordó cuando su perro rompió la zapatilla de su tía. Esa mañana conoció: las marcas que dejaba el cinto sobre la piel, que su tía aspiraba un polvo blanco y que significaba decidir.
Después de la paliza tenía que desaparecer al cachorro, sino quería experimentar de nuevo, la locura de su tutora. Llorando alzó al animal y se lo llevó a un campo cercano. Durante todo el trecho, sufría y se lamentaba lo sucedido. No tenía valor para dejarlo y olvidarlo, lo había visto nacer y lo que quería mucho. Llegada al descampado, meditó un buen tiempo que hacer. Podía irse con él y vivir en la calle, esconderlo en su casa, dárselo a una amigo para que lo cuide, pero tal vez éste se adueñara del perro y nunca lo devolviera. No sabía que decisión tomar. Lo miraba con amor, un amor que ella desconocía, lo acarició, miró al cielo y tomó aire, y entre sollozos se fue sola. A partir de allí, su corazón quedó vacío, sin consuelo.
Un vendedor irrumpe en su soledad, ella le pregunta en que estación estaba, apresurada cruza todo el tumulto y baja. De su campera sacaba un atado de cigarrillos, se sentó en el cordón de la vereda y empezó a fumar. No sólo exhalaba humo, sino también tranquilidad. Su vida cambió. Decidir abandonar a su bebé, eliminaba sus presiones. Estaba segura que lo dejó en manos de gente bien, que nada le faltaría. Sabía que ella había cambiado su suerte. Se metía en la cabeza que no era una inconciente como su madre, quien la abandonó en lo de su tía, una drogadicta abusadora.
El cigarrillo se consumía y sus recuerdos también. Olvidó a su bebé y serena regresaba a Villa Futuro, donde alguna clienta la esperaría con ansías, para que le practique un aborto …

miércoles, 15 de noviembre de 2006

Cortitas y al pie(ideal para los 2 corazones)

Usted no tiene conciencia que se ha vuelto habitué de mis pensamientos ilícitos, de mis necesidades más íntimas. Es sólo un espectador que cuestiona mi actuar, un actuar que no se anima a desnudar su mente y a ejecutar todo lo que desea...

Cuando siento tu piel se activa mi queres prohibido. Besarte no es más que saciar mi necesidad de vos. Mis impulsos estallan en la medida en que me haces desarte, pero existe aún algo peor; la necesidad de que entres a mí de una manera violenta y arrebates todas mis fantasías de una vez.
Mis pechos se calcinan, necesitan ser besados para sentir alivio, al igual que mi boca. Arma perversa que disfruta de la exquisitez de su sudor. Ya he perdido el control de mí ser, me estás enloqueciendo, acercándome al vicio del amor...

Con sus besos que encubren deseo y sus caricias de brasas calientes y en su afán de amarme con validez. Usted consigue desgarrar mi incertidumbre, devolviéndome la fe que no tenía...

No quiero hablar de amor, sólo quiero que desates en mí todas las emociones y que mi cuerpo exprese lo que le haces sentir. Que el silencio sea testigo que se puede amar, sin promesas, sin palabras, sólo con un corazón que sabe lo que quiere...

Esperanza

Y me quemé en el infierno del cual no creí salir.
Entre rostros difusos, almas oscuras y el sinsabor de mi derrota, lloré a cada instante tu ausencia.
Te perdí y me hundí en mares de fuego, que me quemaban al recordarte. Mientras clavaba más dagas de dolor a mi angustía, iba de a poco perforando mi corazón. Sumergiéndolo en la desesperanza.
Y así fuí, lastimandóme cada herida. Caminando por senderos vacios , pensando quizás al final del camino encontrarte. Sin embargo hallé, una verdad que me devoraba. Te habías marchado de mí, no hay más retorno. Era tarde para empezar de nuevo , pues tu ser ancló mi vida a un puerto de navíos fantasmas. Caí sin poder levantarme en mil pozos amargos, pero un día con esa fuerza que me llevó a amarte, emergí engañado por la ilusión de volver a quemarme en ese fuego eterno que los dos provocamos.

Escape satisfactorio.

Habían dormido por casi dos horas, cuando un fuerte golpe en la pared dío por terminado sus sueños de libertad. Tal sacudida, los despertó exaltados, en cuanto abrieron sus ojos cruzaron miradas con su custodia. Las cinco mentes pensaron lo mismo. Acorralados y después de varios intentos fallidos, tenían que planear una nueva estrategia que les permitiera ser libres, pero el guardia los cuidaba celosamente, vigilando cada movimiento. Controlaba todo y estaba gozoso de hacer cumplir la sentencia, siempre les hacia ver quien tenía el poder.
Los reclusoss esperaban al relevo, pues el nuevo sólo le interesaba mirar televisión, momento oportuno para salir por el techo. Quisieron levantar la tapa que allí había, ésta estaba imposible. Exhaustos desistieron de la idea, los diez ojos desesperanzados veían solo el encierro. Surgían las posibilidades a la hora del almuerzo, cuando la puerta se abriría, aunque apenas, uno de ellos podía lanzarse encima de las manos del sereno, lastimarlo y entretenerlo mientras los otros escapaban. Sin embargo, el hambre les jugó en contra, se echaron sobre la comida y se devoraron hasta la última miga. Sedientos se bebieron toda el agua. Ya saciados comenzaron a gritar para alterar al guardia, nadie se hacía eco de sus quejidos. Todavía les quedaba la oportunidad de la cena, cansados y aburridos comenzaron a dormirse, los azotes que el cuidador daba a los muros se los impedía. Él se mofaba de sus víctimas.
Una mañana todo cambiaría, había venido de visita el supervisor, el hombre sería reprendido por las paupérrimas condiciones a las que sometía a sus prisioneros. Como castigo tenía que asear la celda, abrió la puerta de ésta y el olor que emanaba lo descompuso. Debía mudar a los cautivos, los trasladó uno por uno, diez centinelas evitaban cualquier intento de escape. Una vez ubicados, se dispuso a limpiar el calabozo. Sufría y maldecía por ser humillado a tal bajeza. Terminado el aseo, los mudó nuevamente con las mismas precauciones. Cansado por todo le hecho durante el día, se tiró en el sillón donde quedó dormido. En cuanto despertó, se sintió frustrado, los gatitos habían salido de la caja y en un acto impune ensuciaron la fina alfombra que su madre cuidaba.

viernes, 10 de noviembre de 2006

Distinta

El reloj marcaba las cinco treinta y cinco de la tarde, el timbre de salida sonaba. Los amplios pasillos de la escuela se congestionaban con el alumnado deseoso por salir. Los chicos de primera tercera eran bastantes inquietos y desobedientes, siempre lograban llamar la atención de la regente y como consecuencia salían últimos. En cuestión de minutos la Normal 48 quedaba vacía.
Victoria y amigas antes de marcharse pasaban al baño a darle los retoques finales a sus maquillajes, querían salir perfectas a la calle, donde un mundo de jóvenes lascivos esperaban ver sus caritas de niñas mujeres. Todas listan iban a la plaza. Allí estaban varones de la Normal y los de una Técnica vecina. Ellas pasaban lentamente por el empedrado; piropos, silbidos y hasta aplausos se oían. Sus presencias se hacían notar. Una vez que terminaba la pasarela cada una tomaría un rumbo distinto.
El 56 se acercaba , Victoria saludaba apresurada y subía al colectivo. Sacó su boleto y se sentó. En su cabeza sonaban las palabras que dijeron los chicos un tiempo atrás, esas palabras ocuparon todo el viaje. Estaba próxima a acercarse a la parada, se levantó tocó timbre, esperó que la puerta se abriera y descendió. Luego pasó por un quiosco, compró unas cuantas golosinas.
En su casa la esperaba su madre con la merienda preparada, pero cuando llegó alegó estar cansada y se encerró en su cuarto. Apenas apoyó la cabeza sobre la almohada, quedó dormida. Durmió hasta la madrugada, momento en que su panza empezaba a crujir. Fue en busca de un vaso con leche tibia, se lo bebió y continuo durmiendo.
Los rayos de sol que se colaban por ventana, le indicaban que ya era hora de levantarse. No tenía ganas, meditó un rato, tomó fuerzas y fue directo a bañarse. Después de hacerlo miró un largo tiempo su cuerpo en el espejo de la mampara. Horrorizada al ver a un monstruo obeso, se aborrece . Sus gordas piernas parecen dos jamones de primera calidad, la grasa le envolvía la cintura eliminándosela, volviéndola un paquete de yerba, sus senos caían junto con la flacidez de sus brazos. Era ella y le costaba verse así, le dolía saber que era grasa, pura grasa. La bronca que la inundaba no le permitía llorar, se vistió con rapidez para luego prepararse el almuerzo. Comienza comiendo un churrasco con ensalada, pero su estómago le pide mas, continúa con una tarta, una rodaja de queso, fiambre, pastaflora, gaseosa y las golosinas de ayer. Se daba el gran atracón de su vida, estaba a punto de reventar y seguía castigándose. Para ese entonces consideraba inútil esforzarse en una dieta, nunca se fijaban en ella, era fea y encima amiga de las chicas mas populares. Miró el reloj, tomó sus cosas y fue a estudiar.
Durante toda la clase estuvo retraída, y nuevamente nadie lo notó. El timbre de salida sonaba, el ritual del baño la esperaba. Cosméticos, perfumes, rostros bellos, figuras esbeltas y ella. Salían de la institución ya preparadas para la tormenta de halagos. El día se prestaba para mostrar el ombligo, el calor era excusa suficiente para andar ligeras de ropa. La plaza estaría llena de admiradores, sus egos se iban a nutrir al máximo. Llegadas a ésta comenzaron a caminar moviendo las caderas de un lado al otro, sensuales desafiaban a todos. Una vez en el centro Victoria se quita el guardapolvo, la remera y el pantalón, quedándose en ropa interior. Sus amigas se ríen, no entienden. Todos quedaron perplejos, nadie podía dejar de mirarla. La observaban con impresión, tal vez lastima. De su mochila tomó un cuchillo y empezó a cortarse las carnes, se faenó como si fuese una vaca y reía, y lloraba. Cada corte le daba fuerzas para seguir lastimándose, cubierta en sangre, rodeada de fetas de su propio cuero se sintió culpable de su suerte, sin embargo responsabilizó a todos los presentes por este final …

Generosidad cara

El edificio estaba conmocionado, la muerte del abuelo Rolando los dejó boquiabiertos a todos.
Desde hace veinte años, algunas familias que vivían a orillas de las vías del ferrocarril General Belgrano decidieron conjuntamente tomar un edificio en el barrio de Constitución. Una construcción abandonada iba a cobijar a más de treinta familias. Tanto hombres como mujeres una noche de abril reventaron las puertas deterioradas de ésta y vencieron las fuerzas policiales que se hicieron presente, ante las quejas de los vecinos. Todo un pueblo pedía lo indispensable: un techo. Frente a la presencia de criaturas la policía no pudo hacer nada, esa noche muchos iban a empezar a soñar en la calidez de un hogar propio.
Rolando fue el precursor de la iniciativa, el se encargo de averiguar las posibilidades de éxito que tendrían al realizar la toma, visito casa por casa en el viejo asentamiento y convenció a las familias a dar el gran golpe. Todos aceptaron. Desde que vivía allí el abuelo era muy querido, un hombre hacendoso que siempre preocupaba ayudar aquel que mas necesitaba. Trabajaba en la estación de vendedor ambulante por la mañana y por la tarde hacía trabajo social, preparaba el mate cocido para los chicos del barrio y pedía colaboraciones en las panaderías y restaurantes. De las sobras de otros, él daba de comer. Una vez mudado su labor seguía, pero ahora con la comodidad de tener paredes contenedoras de los fríos.
El edificio superpoblado albergaba: familias indigentes, drogas, alcohol, violencia y delincuencia eran la fachada que representaba aquel lugar. Niños inhalando poxirrán, jugando, viviendo de la venta ambulante o del robo, se hacían presente en la entrada del edificio o en cada descanso que las anchas escaleras les permitían estar. Mujeres golpeadas, embarazadas, distintas del hombre solo por sus senos aparecían en cada escándalo que por la noche se suscitaba. La miseria social estaba contenida en varias cajas superpuestas.
Cuando el abuelo regresaba de su trabajo y veía a cualquier niño perdido por el alcohol o la droga, el se las ingeniaba para llevarlos a su casa. Allí los protegía, los alimentaba, los bañaba y los aconsejaba. Era miércoles, desde el lunes que no se veía a Rolando regresar del trabajo. Algunos de sus amiguitos fueron a visitarlo a la estación, pero no estaba, preocupados golpearon las puertas de su departamento y no obtuvieron respuesta. Tenía sesenta y cuatro años, y la gente que lo conocía ignoraba alguna enfermedad que padezca. Se lo veía siempre bien y pensar en su fallecimiento era terrible. Uno de sus vecinos viendo que no aparecían novedades con la ayuda de una barreta abrió su puerta, se dirigió camino al dormitorio y no lo halló. Le quedaba inspeccionar el baño y allí lo encuentra, tirado en la bañera cubierto con una manta de lana. Su ojos abiertos reflejaban el miedo que debió haber sentido, su cuerpo rígido y frío ponían punto final a los cuentos de media tarde. Cuando levanta la manta se asombra al ver las heridas de cuchillo que éste tenía, cinco puñaladas. Existía un culpable, pero ningún sospechoso. Todos empezaron a armar conjeturas sobre el crimen.
El viejo recibía en su casa a jóvenes y niños de toda condición, delincuentes, adictos, vagabundos, etc. Cualquiera de estos podría querer robarle o simplemente descargar su bronca. La policía se presentó ante el cuerpo y trató de hallar algún familiar, no los tenía. En un pequeño salón que había en la planta baja del edificio lo velaron sus vecinos. Todos esperaban que se acerquen muchas personas a las que él ayudo, niños , jóvenes se hicieron ausentes. Alrededor de diez personas vinieron a despedirlo. Un hombre que durante todas sus tardes estaba rodeado de la vida, hoy se hallaba solo con su muerte. Nadie acudió al Cementerio Flores, cavaron la fosa y tiraron el cajón como si fuese un piedra.
El abuelo Rolando se iba … pero se llevaba consigo la inocencia de muchos niños, su generosidad se basaba en el placer que estos pobres diablos le dieron.

Repuesto

Año 2135. En épocas de eugenesia, biotecnología y auge científico, todavía existen algunas fábricas que necesitan el trabajo de artesanos.
La maquina de galvanizado lo espera. Ricardo se levanta apresurado. se viste, se lava la cara, toma su bolso y se va al trabajo. El camino es corto, recorre esas veinte cuadras a paso ligero. Se siente presionado, transpira. Ingresa a la fábrica temeroso, hoy tendrá que galvanizar siete bobinas de alambre de cinco mil metros cada uno, es un desafío que quiere vencer. Tendrá que exigir su cuerpo y sobre todo la habilidad de sus manos.
Se dirige al galpón allí coloca las bobinas en el rotor y empieza a tensionar los hilos sobre la pileta hasta llegar al otro extremo donde estarán las bobinas vacías. Cuando empieza a funcionar dos de estos hilos se cortan. La detiene y como consecuencia de inmediato suena la sirena que advierte que una máquina no está funcionando. Esto lo altera, con manos nerviosas intenta unir los hilos, uno de estos traspasa el guante y lo corta. Las puteadas salen de su boca, su mano fue atravesada por cinco milímetros de aleación de latón y aluminio. A penas siente el dolor, el tiempo transcurre y todavía no ha hecho nada. Irritado aprieta fuertemente su mano hasta que consigue que no salga mas sangre, vuelve a colocarse el guante y une los alambres. Solo que ahora nota que la pileta que realiza el tratamiento de galvanizado tiene poca solución, mide el pH y ve que también su concentración es baja en acidez. Agrega mas ácido sulfúrico. El problema se resuelve. Los carretéles giran.
Mientras controla que los hilos no se corten, el rotor se detiene. Ricardo no sabe que hacer, llama a mantenimiento y no le responden. La sirena vuelve a sonar y lo enloquece. Preso de su presión el mismo intenta arreglarlo. Desatornilla el rotor y saca la caja que lo reviste, lo enciende y mira como gira, se vuelve a detener. Con ira toma el destornillador y lo clava en éste para terminar de romperlo. La sirena suena cada vez mas fuerte, angustiado sabe que perderá el empleo. Por altavoces le recomiendan que cambien de máquina. Furioso arrastra los carreteles hasta su nuevo lugar de trabajo. Una vez allí se transforma y a la misma velocidad del rotor controla los hilos, en cuestión de minutos ya bobinò dos mil metros de alambre. Sus movimientos son precisos y rápidos, es una máquina mas, está incontrolable.
En determinado momento permanece inmóvil, deja que los hilos se acumulen en la pileta. Siente por su cuello una gota que lo recorre, se limpia y observa que es sangre lo que le chorrea, se serena y abre una parte de su cabeza para sacarse el microchip que tiene debajo de su nuca. Lo mira y ve que éste esta deteriorado, su cuerpo no le responderá a menos que lo cambie y con tanto apuro olvidó el repuesto.

Creencias

Elena a sido educada en el seno de una familia religiosa, desde pequeña le inculcaron el amor por Dios y por el prójimo. Siempre acompañaba a su madre a todas las celebraciones, una vez adolescente concurría a la iglesia por su propia voluntad.
Entre el camino diario que realizaba de la iglesia a su casa conoce a Rodolfo, un joven apuesto que logra conquistarla de inmediato. Comienza a noviar, con autorización de sus padres. Durante dos años de amor, Rodolfo pide su mano, felices los padres se la conceden, su hija cumplirá con el séptimo sacramento.
Ahí se la ve con su blanco vestido, felicidad en su rostro. Ambos han decidido incorporar a Dios en su matrimonio, saben que esta bendición los hará felices y los ayudara a enfrentar todas las adversidades.
Las cosas no sucedieron como se esperaban, la vida de casada parece costarle, talvez es una prueba que deberá superar. Por ello se pasa las noche conmemorando a su Dios, tratando quizás de ganarse el cielo. En sus charlas cotidianas sobre los pasos a seguir durante el día, se siente atormentada cuando no puede cumplir lo que su señor que le pide. Cuando esto sucede brota su congoja y pasa horas en su habitación derramando lagrimas de arrepentimiento, es tanto el dolor que la invade que desea por momentos terminar con éste de el modo mas drástico, el suicidio. Tiene muy presente que si llegara a cometer tal locura no obtendría el pasaporte al paraíso.
Elena se olvida de su vida creyendo mas en milagros que en si misma, ha perdido contacto con sus hijos quienes padecen los descuidos de esta madre particular. Los cría con notables inclinaciones religiosas, pensando únicamente en el amor como bien común. Dedica gran parte de su tiempo a la comunidad, pero cuando recuerda que es madre no cabe en comparación con ninguna, ella sabe como atender a sus niños sin necesidad de supervisor. Entiende que su maternidad es casi virginal, sus hijos son el mismo fruto del amor del Padre, y ella deberá protegerlos.
Su matrimonio ya desgastado, se mantiene solo por el compromiso de los hijos. Su esposo, mas que cansado por tantas anormalidades decide buscar en otra mujer el afecto que en su casa le niegan.
Su hogar se va desmoronando de a poco. Aunque nunca se percata de su derrota como mujer de la casa , continua yendo a misa y leyendo el libro de la vida , pero nada le alcanza para remontar su situación.
Rodolfo ha decidido marcharse, dentro de unos meses será padre de un hijo ilícito producto del pecado. El niño vendrá a poner fin a su matrimonio y no solo a eso , sino también a quitarle a sus hijos el calor paternal.
Maldice a su esposo tanto como al ser que pronto nacerá, se olvida de defender la vida y desea con todas sus fuerzas que ese embarazo no llegue a termino. No siente culpa por este sentimiento ella esta muy segura que su esposo fue victima de unas de las tantas tentaciones a las que el mal las invita.
Cae en un pozo depresivo y su situación se agrava mas. Si su salud empeora tendrá que terminar internada. Mientras llora su desgracia reza un rosario. Pide que todo se encause y que la paz reine nuevamente. Sus plegarias no llegan y Elena ya perdió su cordura por completo. Después de estar cuatro días en oración y sin probar ningún tipo de alimento como ofrenda, no consigue mas que su pasaporte al hospital. Alimentada por suero en su inconciencia habla con su Todopoderoso y lo hace responsable de no darle la fuerza para soportar tal sufrimiento.
Mientras esta en el hospital, sus hijos abandonados esperan de la piedad de otros para ser alimentados y cuidados. Si bien Elena le ha dedicado mas tiempo a la caridad que a su propia familia , no consigue nadie que quiera retribuirle todo lo que ha hecho. Solos permanecen en su casa aguardando la llegada de mamá.
El diagnóstico llega y no habla bien de su salud mental, presenta un grave desequilibrio emocional. Depresión. Se siente inútil, culpable, triste, indefensa y con una profunda desesperanza. Dentro de unos días le darán el alta, pero permanecerá medicada.
Elena siente que vino a ser la redentora del mal que a su familia el destino le había pronosticado. Tuvo que entregar su cabeza, luz de vida, para salvarlos y salvarse. El mal no acechará mas su hogar. Ella pasará a ser su instrumento, librando a toda su familia de los males. Mientras se cree sus pensamientos, sus hijos se crían talvez como hubiera querido ella … a la buena de Dios.