sábado, 27 de septiembre de 2008

Culpable



Había un solo culpable. Todos los dedos señalaban a Violeta, a quien se le acreditaba la muerte de Camilo, el gato mimado de la familia.
Sus hermanos más chicos sospechaban de ella porque siempre se quejaba de los pelos que dejaba el finado esparcido, del olor de las piedras y por sobre todo que el minito siempre quería dormir en su cama. En fin, todo el tiempo rechazando al animal, hasta se negaba a acercarse al negocio de la esquina y comprarle el balanceado.
El día anterior al asesinato, Violeta, había amenazado con matarlo. Éste se había metido a su habitación y dormitaba en su cama, hasta que ella entró y a los gritos intentó sacarlo, el gato asustado saltó hasta la mesa de luz y tiró el portarretratos que tanto mezquinaba, haciendo estallar en pedazos el vidrio y la porcelana. Enfurecida lo tomó del pescuezo, lo sacó al patio y prohibió a sus hermanos que lo dejaran entrar.
Era ya de noche cuando la niña sacó al gato por última vez de la casa, demoró en regresar y después se encerró en el baño, apenas podían oírse los sollozos. Salió del mismo, volvió nuevamente, se puso el pijama y se fue a dormir. Joaquín, su hermano de cinco años, observaba con atención desde la cocina lo que su hermana hacía.
Por la mañana el niño, junto con su otro hermano Francisco, de 8 años, salieron al patio y se encontraron con Camilo destripado. Joaquín asustado, comentó a su hermano lo que anoche había visto. Juntos fueron a contarle a su mamá. La mujer asombrada por lo que sus hijos decían, se dirigió hasta la habitación de la niña y preguntó que había pasado. Violeta dormida, sin entender nada, negó la responsabilidad del hecho, hasta que Joaquín dijo:-¡Fuiste vos! ¡Anoche te vi cuando volvías del patio y tenías la ropa manchada con sangre!-.
La madre sorprendida por tal confesión, volvió a preguntar. Violeta, nerviosa y avergonzada, comenzó a llorar. Entre llanto negó haber sido culpable y declaró que su ropa estaba manchada porque se había hecho señorita. La mujer al oír esto, le dio un abrazo a su hija y también empezó a llorar. Mientras, los niños se miraban sin entender el por qué de tanta emoción, la madre se acercó hacía ellos y les dijo:- Al culpable, ya lo vamos a encontrar...-

miércoles, 17 de septiembre de 2008

El llamado


De solo escucharlo, recorría kilómetros. Risueña, atravesó llanura, ríos y montañas. Se golpeó contra el viento, se curtió con el frío, hasta llegar a destino y broncearse bajo el radiante sol caleño.
Sus sentidos se habían transportado, la tonada del locutor, la envolvía en la festividad de su tierra y un intercambio de palabras, alegraba su corazón. Los quince minutos de preguntas, la hacían sentirse al lado del otro y con ello lograba conformarse con sólo escuchar.
El sueño de cruzar la mirada y respirar el mismo aire con él, hacían del diálogo telefónico la esperanza del encuentro. Ilusión que brotaba al oír sonar el timbre, del llamado esperado, en el tiempo acordado.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Sentidos


Recostada en la cama comienza a recibir las impresiones de sus sentidos.
Escucha a sus oídos, se quejan, la culpan por haberse permitido oír palabras transitorias, por creer en ellas comprometió a su piel, quien carga con huellas de manos distintas, con amores y maltratos de fin de semana. Su olfato también le levanta en peso el aroma a sexo fresco, que se ha impregnado en las sábanas, lo ofusca, haciéndole olvidar el perfume del hombre que creyó hacerlo feliz un tiempo atrás.
Al bostezar, su aliento, le sabe a labios libertinos, a versos de ocasión, que ya no logran convencer. Lo mismo le sucede a sus ancianas manos que no pueden disimular la vejez de la noche.
Debe levantarse y retocar el maquillaje, tras hacerlo, observa lo que sus pupilas reflejan: una nostalgia perpetua que añora libertad. Es preciso ignorar y seguir, ya no puede detener más su atención en ellos, dentro de un momento llegará otro cliente.