Arrebato

Te vi una vez más con tu coquetería, seduciéndome. Dándome ordenes de cómo jugar, llevándome a la necesidad de hacer trampa y ganar el desafío.
Recuerdo tu perfume importado, tu pelo, las rayas de tu camisa, tu poder de saberme subordinada a tu mando y como te abusabas de esas distancias. Ese juego pérfido me endulzó y me mostró mi naturaleza, el libertinaje, era parte de mi vida.
Esa noche, cuando por un arrebato de mi sangre, te robé un beso. Sí, el que pedías con mirarme, al cual respondiste sin dudar ¡Como nos enviciamos!
Hasta que más tarde todo explotó en el rincón de aquella esquina. Las paredes sintieron la furia con la que me tomaste y comenzaste a besarme. Nuestras manos se fundían y se perdían en nuestras pieles ¡Fue increíble! Aunque lo mejor vino después…
Taxi de por medio, camino a cualquier lugar que soporte esta quema, anduvimos. Bajamos del vehículo y llegamos a nuestra plácida morada. Horas de intenso sexo en donde se aplacaban las vergüenzas y emergían las fantasías. El altar estaba sudado, repleto del éxtasis de estás dos bestias paganas.
Ese domingo duraría para siempre. Nos despedimos como los desconocidos que éramos, ésos que ardieron en la lujuria que solo esos cuerpos podían alcanzar.