Habían dormido por casi dos horas, cuando un fuerte golpe en la pared dío por terminado sus sueños de libertad. Tal sacudida, los despertó exaltados, en cuanto abrieron sus ojos cruzaron miradas con su custodia. Las cinco mentes pensaron lo mismo. Acorralados y después de varios intentos fallidos, tenían que planear una nueva estrategia que les permitiera ser libres, pero el guardia los cuidaba celosamente, vigilando cada movimiento. Controlaba todo y estaba gozoso de hacer cumplir la sentencia, siempre les hacia ver quien tenía el poder.
Los reclusoss esperaban al relevo, pues el nuevo sólo le interesaba mirar televisión, momento oportuno para salir por el techo. Quisieron levantar la tapa que allí había, ésta estaba imposible. Exhaustos desistieron de la idea, los diez ojos desesperanzados veían solo el encierro. Surgían las posibilidades a la hora del almuerzo, cuando la puerta se abriría, aunque apenas, uno de ellos podía lanzarse encima de las manos del sereno, lastimarlo y entretenerlo mientras los otros escapaban. Sin embargo, el hambre les jugó en contra, se echaron sobre la comida y se devoraron hasta la última miga. Sedientos se bebieron toda el agua. Ya saciados comenzaron a gritar para alterar al guardia, nadie se hacía eco de sus quejidos. Todavía les quedaba la oportunidad de la cena, cansados y aburridos comenzaron a dormirse, los azotes que el cuidador daba a los muros se los impedía. Él se mofaba de sus víctimas.
Una mañana todo cambiaría, había venido de visita el supervisor, el hombre sería reprendido por las paupérrimas condiciones a las que sometía a sus prisioneros. Como castigo tenía que asear la celda, abrió la puerta de ésta y el olor que emanaba lo descompuso. Debía mudar a los cautivos, los trasladó uno por uno, diez centinelas evitaban cualquier intento de escape. Una vez ubicados, se dispuso a limpiar el calabozo. Sufría y maldecía por ser humillado a tal bajeza. Terminado el aseo, los mudó nuevamente con las mismas precauciones. Cansado por todo le hecho durante el día, se tiró en el sillón donde quedó dormido. En cuanto despertó, se sintió frustrado, los gatitos habían salido de la caja y en un acto impune ensuciaron la fina alfombra que su madre cuidaba.
miércoles, 15 de noviembre de 2006
Escape satisfactorio.
Publicado por Elipse en 1:24
Etiquetas: cosas que son y no son
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
tenes un par de eeores de escritura, errores ortograficos, como por ejempl: "a penas", esta mal escrito..., asi hay varios. es cuestion de revisar. el cuento me gusto, me hubiera gustado un fianl algo mas extenso, unas lineas mas, no mucho. me quede con ganas de "mas". jajaja!!. muchos besos para vos...!
Coincido con Sergio. Hay errores de ortografia y en realidad el final para este cuento deberia de haber maracado el concepto de la idea del cuento, que no me parecio clara. La idea general original es buena, pero deberia de haber tenido un mejor cierre. Saludos.!Adrian.
El final estuvo bueno, ingenuo, inocente, sos una mina que tiene cada locura en la cabeza que me pone contento que te animes a escribirlas y dejar que los demas la miren.
Publicar un comentario